Cuando llegó a su casa era muy tarde, o muy temprano, según como se mire, porque faltaba muy poco para la salida del sol. El policía abrió la puerta y la cerró golpeándola, sin la menor consideración por la hora avanzada de la madrugada. Estaba muy cansado y eso era más importante que el descanso de los demás.
Su mujer lo esperaba dormitando en la mesa de la cocina, se había quedado allí, como otras noches, a la espera para ofrecerle la cena. El policía la despertó tocándole la cabeza y le avisó que se daría una ducha mientras ella calentaba algo para comer.